miércoles, 25 de noviembre de 2015

Entrevista a Adrián Santágata.

El entrevistado es un actor de 61 años, amante de esta profesión.


¿Por qué elegiste este trabajo?

   Porque es apasionante ponerse adentro de la piel de otra persona y sentir sus emociones.

¿Cuáles son las ventajas de tu trabajo?

   Te ayuda a conocerte a vos mismo y es una hermosa forma de expresión artística.

¿Cuáles son las desventajas?

   Son de orden práctico porque los horarios de ensayos, funciones y grabaciones suelen complicar mi rutina familiar.

¿Cambiarías algo?

   Nada del trabajo en sí sino que me gustaría haber empezado mucho antes.

¿Cuál es tu mayor anhelo en el trabajo?

   Seguir actuando hasta el último de mis días, pero desgraciadamente suele haber pocos papeles para hombres mayores.

¿Cuál fue el mayor obstáculo que tuviste para llegar hasta donde estás hoy?

   Justamente haber empezado siendo grande.

¿Qué le aconsejas a la gente que aspira a dedicarse a la actuación?

   Fundamentalmente, que tenga auto-crítica, sienta pasión y que observe muy atentamente a los mejores para aprender de ellos.

¿Cuánto influyeron tus estudios en este trabajo?

   Absolutamente nada, el secundario que yo cursé tenía orientación humanística.



Adrián filmando para la propaganda del llamado de Coca-Cola y en el desfile de Alparamis.











                                                                             
   



domingo, 13 de septiembre de 2015

La extraña llamada.

          Jueves. Otro día que pasaba abandonado, sin trabajo. Desde que mi esposa me había dejado, hacía más de diez años, que no veía a mis hijos y no encontraba la felicidad.
          Sin saber el motivo, fui echado de mi trabajo, solía ser un gran abogado. Habría hecho lo que fuera por volver al trabajo. No me gustaba vivir en la calle.
          Seguía vagando por las vías de Palermo en dirección a mi bar favorito, el cual solía frecuentar todos los días.
          Salí del bar, con las estrellas rondando por mi mente, y empecé a caminar. Sinceramente, no sé cuánto caminé pero me alejé bastante de lo conocido. De pronto, sonó el teléfono público junto a mí. Extrañado, respondí.
          -Matías, soy vos, no termines como yo, te dejo cambiar tu vida.
          -Eh?- y la llamada había terminado. Eso era lo último que recordaba de ese día.
          Escuché el despertador. Julieta, mi esposa, estaba al lado mío y mis hijos, Sebastián y Rocío, corrieron a abrazarme, no entendía nada.
          Parecía que todo había vuelto a la normalidad así que me puse mi traje blanco y me fui al trabajo.
          Apenas llegué, recibí una llamada de mi jefe diciendo que me quería en su oficina. Tenía miedo que ese fuera el día que me había despedido. Golpeé la puerta y pasé a la oficina de mi jefe, que tenía una cara que jamás había visto.
         -Sentate -me dijo con un tono poco usual- tenemos un problema en la empresa. Me demandan por una suma de dinero de la cual no dispongo y quiero que te encargues del caso.
         El alivio que sentí al escuchar eso fue increíble. Acepté el caso sin saber muy bien de qué se trataba. Volví a mi casa y cené contento con mi familia, aunque había perdido la confianza en mi esposa sabiendo lo que haría si me echaran.
         Al día siguiente, Ricardo, mi jefe, me explicó el motivo del caso. Era lo más complicado que alguna vez me habría tocado hacer, pero yo creía que lo iba a poder ganar.
         Los meses fueron pasando hasta que llegó el día del veredicto final. Me desperté emocionados, todos estaban durmiendo y yo salí apurado hacia Tribunales. Estaba convencido de que había ganado el caso. Me dirigí a la recepción y pregunté por la sala en la que finalizaría mi caso. La recepcionista -confundida- me dijo:
          -Señor, ese caso finalizó hace quince años, y dudo que en esas condiciones usted sea abogado-
          No entendía nada y fui al bar al que solía frecuentar en mis malos tiempos. Llegué y escuché que me decían:
          -Matías, ¡qué rápido volviste!.



                                                                             Escrito por Ramiro Carnecky y Magalí Santágata.

martes, 26 de mayo de 2015

Crónica

                                                                               26 de Mayo de 2015

                                          Feróz asesinato
   Un brutal e impactante asesinato se dio ayer por la tarde en la calle Constitución al 2900 en el barrio de Bodeo. El hombre en cuestión, Martín García de 45 años, fue encontrado con quince apuñaladas en su ducha por su esposa.
   La mujer, enloquecida y presa del pánico, llamó a la policía. "Tenía tanto miedo en ese momento", cuenta Rosana, "sino porque pensaba que el asesino todavía estaba ahí. Escondido en mi casa...". Los forenses llegaron a la conclusión de que el asesino era el vecino de al lado, Julio Gomez, un hombre de alrededor de 38 años. No fue difícil llegar a esa conclusión, ya que Julio se había olvidado el arma asesina, un cuchillo ensangrentado, en la escena del crimen con sus huellas.
    "No sé por qué Julio hizo semejante, Martín y él eran mejores amigos", dijo un vecino. "Además, Julio es una excelente persona, jamás me hubiera esperado algo así de él": Por eso, todavía no se saben con exactitud las razones de por qué Gomez hizo tal atrocidad. Esto quedará en manos de la justicia.



Foto de el arma asesina en el patio de la casa de la víctima.