Aunque muchos no lo crean, las
leyendas urbanas que conocemos son ciertas: vampiros, hombres lobo, demonios,
ángeles, dioses griegos, paganos, hindúes
y más. Pero para proteger a la sociedad de estas criaturas existen los
cazadores que dedican y arriesgan su vida al máximo para resguardar de peligrosa
la humanidad. Ana era parte de esa comunidad, excesivamente inteligente y
hábil, muy buena en lo que hacía, lo cual sorprendía bastante a los demás
cazadores que dudaban de su aptitud a la hora de trabajar. Sin embargo, ella
sabía qué era lo que hacía bien.
Ana se encontraba cazando a un
vampiro, lo que era irónico porque a ella le gustaba mucho el famoso musical de "Drácula". Estaba rastreando al espectro. Para eso, había tenido que revisar los
archivos forenses de las víctimas, investigar
cómo habían muerto e interrogar a los testigos. Ya estaba al borde de
encontrarlo pero unas horas antes del atardecer le llegó un mensaje a su
celular, era una amenaza ordenándole que dejara de buscar lo que estaba
buscando. Inmediatamente supuso que había sido el vampiro así que intentó
rastrear el número pero no obtuvo resultados. De repente, recibió otro mensaje:
"Te advertí una vez, dejá de buscarme o te voy a encontrar". Ana no
se asustó, sólo estaba un poco desconcertada ya que nunca le había pasado algo
así.
Decidió llamar a un viejo amigo,
Simón, para que le diera alguna idea de qué hacer. Éste se quedó perplejo ante
la inquietud de su amiga y no pudo ayudarla, pero prometió que la iría a
visitar la mañana siguiente. Aun así, Ana no pudo quedarse tranquila, las
amenazas seguían llegando. Empezó a ponerse muy nerviosa e intranquila, lo cual
nunca le pasaba, normalmente siempre había sido una persona estable y
tranquila.
Se sentó en la vieja cama del
motel donde se estaba hospedando. Las
luces estaban apagadas y Ana sentía que el aire no llegaba a sus pulmones. Como
pudo miró a su alrededor, admirando por primera vez el cuarto: las paredes
manchadas de humedad con la pintura saliéndose, esas imágenes le traían buenos
como también malos recuerdos del tipo de vida que había tenido.
La noche ya había avanzado junto
con el frío y una tormenta parecía avecinarse. Ana pensó que eso ya era el
colmo de la situación. Su teléfono sonó y ella lo mira, "Creo que no
entendiste claramente lo que te pedí, espero que tengas en cuenta las
consecuencias". El pánico empezaba a cundir en el ambiente.
Repentinamente, la puerta del cuarto se abrió de un golpe y Ana, sabiendo qué
era lo que se aproximaba, agarró el arma más cercana: una jeringa con la sangre
de un hombre muerto. No era mucho pero podía acabar con la bestia. Le tomó poco
tiempo descubrir que estaba temblando, realmente no sabía lo que le estaba sucediendo,
ella no era así para nada.
El vampiro se asomó por la puerta
y la mira fijo. Lentamente hace su entrada hacia la habitación pero antes de
que la chica se dé cuenta, éste ya está a su lado.
- Veo que no te rendís fácil,
¿no?- dijo el hombre.
-Definitivamente no me conocés
para nada-dijo ella.
Ana tuvo que hacer un gran
esfuerzo para no tartamudear.
-Francamente sí lo hago, te
conozco mejor de lo que vos pensás. Te conozco mejor que vos misma, estoy
dentro de vos.
-¿Eh? No entiendo qué querés
decir con eso pero tampoco me importa. Lo único que me importa en este momento
es ejecutarte.- dijo ella tratando de desafiarlo.
-No creo que te sea tan
sencillo.- Su voz era firme como una piedra pero Ana juró ver miedo en sus
ojos, cosa que nunca había visto en un vampiro en su vida.
Ana se aproximó al vampiro tan
rápido como pudo y en su cuello insertó la jeringa pero, sorpresivamente, el
vampiro ni se inmutó. En cambio, él fue el que se arrimó al cuello de Ana
bebiendo toda la sangre de su cuerpo que inmediatamente cayó al piso sin vida y
el vampiro se retiró de aquel lugar después de haberse limpiado las comisuras
de sus labios.
Simón entró al cuarto donde su
amiga se había hospedado. Se reprochaba por no haber ido cuándo ella lo había
llamado. Alrededor del cuerpo de Ana había algunos policías y una señora que
parecía ser la doctora. Sin pensarlo, Simón se acercó a ella.
-Disculpe, señora, ¿qué fue
exactamente lo que pasó?-
Las lágrimas se acumulaban en sus
ojos.
-Por la evidencia que pudimos
encontrar aquí, dedujimos que la víctima agarró un cuchillo y se cortó las
venas desangrándose por completo. Asumimos que fue debido a un ataque nervioso.
Simón se quedó parado admirando
el cuerpo sin vida en el piso. No dejaba de pensar; el hecho de que Ana pudiera
haber hecho algo así le torturaba la cabeza. Ella era todo lo contrario. Quieto
y desanimado, miraba mientras los paramédicos envolvían el cuerpo de Ana en una
bolsa negra listo para ser enterrado.